domingo, 4 de enero de 2009

EL INFARTO CULTURAL

Al fin, el colapso generado por el irremediable acercamiento entre la masa de consumidores y la minoría de creadores.
Si no creas, y todos tienen acceso a todo, es cuestión de tiempo -poco- que desaparezca el lapso entre los muchos y los pocos. Si eso pasara en la parte alta del gráfico... Pero no, una vez más, no. Pasa en la zona mediocre. En la misma en la que la Rusia bolchevique buscaba la igualación por abajo. En la zona en la que se toman las decisiones...

Al fin, se impone la actitud no democrática: las decisiones, ya no guían el bienestar común, porque las toman cuerpos sociales sin calidad. Son las actitudes individuales, en ese entorno hostil, las que generan progreso.
La consecuencia ética parece obvia: la decisión colectiva pierde legitimidad, y se convierte en una convención enjuiciable. La premisa de que es mejor un mal orden que una ausencia de orden queda obsoleta ante la inevitabilidad del orden una vez que se demuestra que el más impresentable de los órdenes se sostiene al ser el sistema suficiente para sostenerse a si mismo, independientemente de quién lo dirige.

Ni la convención resiste: circulo por la derecha porque no me interesa lo contrario; mi velocidad es la máxima que mis sistemas me puedan permitir en conflicto con los policiales...

Lo malo es que, creo, la generalización de este ideario mata nuestro bienestar: la crisis económica actual se debe a la generalización de la actitud especulativa que antes creaba riqueza.

Fortalezcámonos por que la fuerza va a hacerse necesaria otra vez pronto.

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