jueves, 8 de enero de 2009

TAJANDO EL NUDO GORDIANO AL CRUZAR EL RUBICON

Revoluciones. Es paradigmático del análisis del siglo XX, y más de sus finales, el recurso a la medida cualitativa para la detección de revoluciones, sobre la cuantitativa. Si se imprimen más páginas, hubo una revolución; si se tejen más metros textiles, hubo una revolución. Pero sólo hay una revolución si el “Más” desaparece de la medida…

Si se produce un incremento de inventos (como quiera que sea que se mida) superior a períodos mucho mayores, el analizado es revolucionario. Si hemos visto una mejora de la vida humana en los últimos cuarenta años que no se obtuvo en los últimos cuarenta mil, hay una revolución.

Poco revolucionario, creo, en términos cualitativos. La informática supera como revolución a la imprenta, si, pero sólo en términos cuantitativos.

Si hay una medida útil en este estudio, ha de ser la que permita localizar un punto verdaderamente revolucionario, y sus causas, y evaluarlo como positivo, para permitir su superación cualitativa, esto es, su repetición a velocidad astronómica, ni siquiera geométrica.

Lo anterior son lugares comunes, aceptados por la comunidad filosófica, jurídica, científica, y hasta incorporados a textos de divulgación par amasas.

No estoy de acuerdo con que la revolución definitiva, ni aún la más importante en términos cualitativos, sea la creación de medios de acumulación, proceso, divulgación y (limitadamente) análisis, de infinita cantidad de información.

Las guerras actuales en el mundo, convencionales o no, demuestran que la violencia como problema anterior a esa supuesta “revolución”, (u otras de igual fuste) aclara la futilidad de la herramienta, que como tal es ciertamente útil, pero no cualitativamente revolucionaria.

No me voy a gastar, expuesta la idea seminal, en una exposición acerca de mi idea de lo que ha integrado “revolución” en el pasado, porque me resulta urgente, y más funcional, creo, definir la auténtica Revolución actual, desde este punto de vista.

Si la fuente de conflicto es la debilidad y simultanea percepción de la fuerza, ni la Revolución Industrial generó riqueza para enjugar los descontentos de las masas proletarias, ni la de Octubre en Rusia un estado de presencia masiva y democrática en el Poder que justificara el previo empobrecimiento de las masas durante la expresión bélica de la prevista Lucha de Clases, o la perpetuación en la opulencia y capacidad de opresión de la Nueva Clase emergente, que ejemplifica los múltiples sucesos de izquierda más o menos democráticamente instalada en el Poder después.

Tras las guerras de Religiones, desde la Cruzada a las más prosaicas que en Europa encarnaban más el combate del racionalismo con la teocracia que una auténtica efervescencia del verdadero mensaje divino, y después, con las disputas nacionalistas que heredan la postura ya impresentable a la luz de la filosofía postrrevolucionaria de los oficialismos y cismas, para convertirlos en “hechos diferenciales” que fundamentaran una lucha espúrea por el territorio como tercer elemento del Estado Moderno (Jean Bodin) que permitiese a la clase aspirante al Poder dar una motivación visceral, patriótica (obvia la imagen edípica) a sus bases para la violencia, modelo vigente hasta la finalización de la segunda Guerra Mundial, se ha mantenido un modelo estable y violento, cuyo derrocamiento implicaría una auténtica REVOLUCIÓN.

Del estudio de loas tensiones generadoras de la I GM, cerradas en falso, y recuperadas en la II GM, se infiere que una Revolución está en marcha, y que tiene, como todas, un precedente local.

Los odios entre facciones (llámense religiosas, nacionalistas, políticas,…, mismos perros con collares parecidos, con líderes idénticos, con el único sustrato diferencial de la capacidad de esos líderes de travestir su único objetivo de conquista del Poder tras vestiduras presentables en cada momento) expresan la situación que verdaderamente identifica la era que la verdadera REVOLUCIÓN debería superar. La aparición de nuevas y más potentes herramientas de divulgación ha sucumbido ante la propaganda; la de medios de preservación de las conquistas intelectuales que debían mejorarnos, ante la imposición mediática de fórmulas de placer irresistibles para los no lúcidos…

En fin, que tras la sucesión de clases acaecida por la sustitución del poder aristocrático por el burgués, tan violenta e injusta como poco productiva (vid. Tocqueville), el supuesto siguiente paso es la sustitución de la clase burguesa por la proletaria, con el raquítico sustrato de la Filosofía de Marx y Engels, y el apoyo no menos, sino aún mucho más violento, de la revuelta rusa de 1917, que para más desgracia saltaba el paso del poder burgués, sustituyendo en teoría el gobierno nobiliario por el proletario, y en la práctica, por el de una nueva nobleza, que ni siquiera el crédito de la generación de riqueza contaba, y que se comportó, como era previsible, como el más déspota de los sistemas feudales hasta casi la actualidad, y su espectacular ingreso en el anarcocapitalismo desregularizado y de proporciones mundiales.

De nuevo: ¿Dónde está esa revolución anhelada, la superación de un modelo que no sirve y que sólo finge cambios al presentar nuevos líderes?

Al estudiar la Europa de entreguerras, tan fértil culturalmente que impide evitar el pensar que en ella no hubo posibilidad alguna de cambio real, nos da una pista.

Si el modelo a superar no es el que se fundamenta en una u otra base (la religión, el nacionalismo, la clase económica), por ser precisamente el que origina la esclerosis social, la trampa del cambio estético, ha de estar en la calidad la imagen del auténtico cambio.

Tras la caída de los imperios, de los gobiernos basados en la riqueza o el descrédito de los que decían redimir de la pobreza para alzar sobre ella, una vez más, a unos pocos, y entre el más agrio fragor de los últimos espasmos en Europa de esa tendencia a la eliminación del adversario como fin político, que elimina toda legitimación a la supuesta ideología de cobertura, la reacción derechista contra la barbarie izquierdista genera una situación económica insostenible a nivel global. En un primer estadio, la victoria derechista en la Guerra Española permite vislumbrar la debilidad del movimiento falsamente revolucionario de las izquierdas europeas (falsamente revolucionario por que nada cambia la sustitución de unos líderes por otros, lo cual es bueno si sucede por vías democráticas y malo si, como era el caso, se intenta imponer mediante el terrorismo).

Por determinismo histórico, se decanta la situación por la intervención de quien ha sufrido en el aislamiento que la insularidad permite, la auténtica revolución, y no está dispuesto a tolerar que sus beneficios se pierdan o relativicen por un atavismo extranjero. En Estados Unidos, donde no hay odio de clases, sino alternancia natural de partidos que genera riqueza, se advierte la amenaza de las posturas que sólo buscan destruir al contrario.

Esa es la auténtica REVOLUCIÓN moderna: la superación de la idea de destrucción recíproca.

Si se ve una postura como la española actual en la que se busca el aislamiento del contrario, se encuentra una situación prerrevolucionaria, que sólo llevará al desastre si la población no la erradica por percibir, en función de un suficiente grado de evolución, la perjudicialidad de los resultados que ello acarreará.

Sólo nuestros “casi todos” unidos a los “casi todos” de los países que se han revolucionado, pueden crecer, observando con piedad a los países con dictaduras, y con horror a los anclados en la destrucción recíproca, que es tan tribal cuando enfrenta a Hutus contra Tutsis a machetazos, como cuando busca el apoyo de las minorías egoístas para anclarse en una deficiencia ética de la población para eliminar la alternancia, en la idea de que el poder es naturalmente propio y accidentalmente ajeno.

La falta de frustración al ver la victoria ajena, la renuncia en el ejercicio del Poder a usarlo para destruir la capacidad ajena de acceder a él, antes aún de justificar la propia permanencia y, luego, buscar el bien común son indicios. Sus contrarios, la clara muestra de la falta de evolución…de Revolución¡¡¡

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