martes, 12 de mayo de 2009

MODO DE COMPATIBILIDAD

Reviso las posturas que de mis ingenuos filósofos antiguos me son más queridas, esas que equivalen al autor del descubrimiento de América en cuanto a su certeza y general conocimiento, y a la ignorancia de cuándo ese conocimiento ingresó en nuestro acerbo.

Comparten la característica de obedecer al estudio, a la reflexión, al desarrollo y contraste personal; si se ponen en el escenario de más de un sujeto pensante, es más el esfuerzo para demostrar su validez común que el reconocimiento de que otros pueden no compartirlos.

No es, pues, cuestión de principios sino de eficiencia argumental: no resiste su postura a la mía, pero imponerme es más caro que el resultado dañoso del error ajeno.
Buscando uno el bien con sus principios, ese es un razonamiento que no puede ignorar. El artista adolescente que une a una sensibilidad rayana en lo patológico, y por tanto, a una creatividad extrema para sublimarla, su falta de experiencia, y así, la ignorancia de los efectos de la propia postura, sólo asume el principio de la busqueda del bien a la dilettante, pero tolera la quiebra total del mismo, por que al fin no le interesa lo más mínimo, o como máximo, desde una perspectiva teórica, escolástica: no conoce el sufrimiento más allá de su crisis creativa, de su necesidad de catarsis sublimadora. Lo que su explosión pueda causar en otros es secundario, oscurecido por el mero hecho de que otros puedan sufrir al ponerse a la sombra de esa lava.

Motivo del análisis: hijo adolescente que crea; actitud de transmisión de materiales para la construcción; duda acerca de si se está indoctrinando...

¿Mi hoy genera esta respuesta? ¿Es compatible con ella, o ella le ayuda, o le perjudica, o es su resultado inevitable, mecánico, DADO?

¿Es, de verdad, la mecánica natural y la curiosidad por sus resultados lo que busco, o ya me puedo permitir la herejía de querer algo, que tan perjudicial me ha sido en el pasado y tan criticada por los maestros aparece, para evitar la repetición de esa patada al castillo de arena que jalona mi vida periódicamente?

Si. Si sufrí, aprendí que era por querer y ser esclavo de lo que quería; si conseguí, no me satisfizo, y el castillo fue pasto de las olas; En la matemática del TAO, ese suicidio abnegatorio es muy satisfactorio... para uno; y los otros? La intención de buscar su felicidad es, pese a no subyugar el propio ego, una esclavitud a superar?

Sobre mi, por causa del altrismo cristiano, pesan cargas más ajenas que propias, reales o no, y que se relacionan con mi búsqueda de la nada con un nexo causal perverso: si de verdad no busco nada mio, he de conseguir lo ajeno que en mi mano esté.

Ahora no soy completamenbte capaz de desarrollar el contraargumento, obvio por otra parte. Pero si de mostrar que me hace daño. Mis capacidades me hacen moralmente necesario no querer; y también moralmente obligatorio suministrar. La relación causal entre los dos principios me esclaviza, y su ruptura en aras de la superior libertad, me plantea el dilema moral.
Bip, bip.