viernes, 24 de septiembre de 2010

GUAPITO

Una de esas noches en que alguien se acerca más de la cuenta al propio círculo. En general, sacudir los hombros desplaza volumen, y el sujeto se aleja, pero es que hoy había circunstancias especiales.
Estaba en el bar de mi amigo Andrés, que es actor y tiene muchos amigos faranduleros. A veces se acerca uno que esté más en el candelero, y casi indefectiblemente, sobre todo en noche de sabado, atrae a multitud de gansos deslumbrados por sus propios defectos.

Bueno, no pasa nada y pronto me sitúo en una esquina donde sentar a mi santa sin agobios... Bueno, al fin se acaban pegando, y me sacudo, y hay flujo y reflujo contra mi espalda, ... lo de siempre. En un momento dado, se incorpora al grupo de jovencitos veintipocos que molestaban uno más guapito, que me parece un aspirante a torero por las maneras, y porque en un momento dado extiende los brazos cortando el volumen del gtupo, y situándose frente a mi hombro. Escribo eso por que me ha convencido de ello mi mujer, con el resultado que luego se verá, pero en principio a mi me parecio notar esa mano cerca de la cara. Y me vuelvo y le miro.

El guapito, tan rubito, con sus facciones tan regulares, con esa pinta de estar acostumbrado a salirse con la suya por su aspecto, y porque esa belleza suele ser producto del cruce de generaciones de dinero... me sostiene la mirada.

Para eso hace falta temple, pero tengo para mi que también le ayuda que sean seis o siete y yo esté con mi mujer, amén de esa detectada suficiencia congenita.
En mi tierra, si dos se miran, o uno quita el ojo, o hay ostias. Este tira por la calle de enmedio, y habla.

Señal inequívoca: el que quiere guerra, no habla. El que habla, esta buscando una salida alternativa. No quiero pecar de soberbio, pero es cierto que mi tamaño ha contribuido mucho a que yo no haya tenido que pegar nunca a nadie fuera del ring. Disuado.
Este y sus amigos hablan. Le cuento lo de la mano, y se sale con la de "disculpe caballero si le he molestado, no era mi intención", sin dejar de mirar, lo que para mi no es suficiente, pero le elogio la actitud; un circundante me dice que llevo "mal rollito".
No puedo por menos de decirle que la conversación no es con él y preguntarle si me conoce, y ante el "no", ordenarle que me llame de usted.
Todo el pescado vendido, y si ninguno de los seis saca una mano, no tiene sentido seguir, por lo que me vuelvo a mi copa y a la bronca de mi mujer.

Según ella, el guapito no ha sacado tanto la mano, me he pasado,...y en ese momento me invade un pensamiento...

Estructuro:

1.- Tengo un hijo muy guapito (salió a la madre), dos o tres años menor que el otro, y que pronto andará en las mismas, al que he enseñado a no achantarse, eso si, sin pegar nunca el primero, sólo el último. (Justo lo que ha hecho el "torero")
2.- Con sinceridad: al sostener la mirada y evaluar la reacción, probablemente influido por el ambiente de guapeo de alrededor, mi cabeza ha dicho: "este vive o pretende vivir de su cara: rómpele primero los pómulos, y si la cosa se pone en muchos contra uno, que la hoja que saldrá se lleve sus mejillas"
3.- Mi mujer insiste en que el chaval no puso su mano tan delante de mi cara como me pareció, y alude a que estoy tenso para explicar que puedo haber exagerado la reacción.

En fin, nos vamos, y este está ya sólo con el fammosete que concitaba la turba. Me he parado delante de él y le he dicho que mi mujer cree que no he acertado al evaluar, y que me disculpo. Efusivamente me han abrazado los dos gallitos, "ahora si" "esto te honra..."

Me he quedado con ganas de darles un consejo, pero ante mi santa hubiera quebrado el valor del sacrificio. La verdad es que el pavor ante mi íntimo pensamiento, al recordar a mi hijo, ha sido lo determinante.

Es más dificil disculparse ante el niñato que zurrarle la badana a sus seis amigos, sobre todo si sale a pasear la táctica, ante la diferencia numérica.
Es fácil decir a los demás que nunca se pega el primero, sólo el último, cuando el aspecto personal hace que seis o siete veinteañeros hablen, y ninguno se decida a meter la mano.

Pero lo que va a ser dificil de digerir, de encajar en el planteamiento general en el que me tengo por buena persona, es esa reacción diabólica, aún sólo a nivel de pensamiento:

"este vive o pretende vivir de su cara: rompe los pómulos, y si la cosa se pone en muchos contra uno, que la hoja que saldrá se lleve sus mejillas"

Esta noche va a tocar dormir poco. Tengo que salir de aquí, de mi deficiencia, inmediatamente, antes de que alguien resulte herido.

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