miércoles, 11 de febrero de 2009

LA VIDA ES UNA CANCIÓN CANTADA POR UN LOCO, LLENA DE RUIDO Y DE FURIA, QUE NO QUIERE DECIR NADA (MÁS O MENOS, DE MEMORIA...)

La libertad ha de ser el contenido del Amor perfecto, de ese que algunos llamamos Dios, y paradojicamente, por tanto, conjuga el afecto con el desafecto.

Si el objetivo vital es la felicidad, como expresión de la perfección o completitud del ciclo de la existencia de cada uno, es fácil ver cómo el apego a lo que sea genera la angustia por su obtención, el temor de su pérdida, el dolor cuando esta se produce... Por tanto, sólo se consigue el objetivo desapegándose.

Por otro lado, el único contenido digno, satisfactorio y que por su mera posiblilidad compensa la frustración por la no consecución y por la pérdida, es el amor por otros seres humanos, naturalmente unidireccional, "autoportante", que como fuerza de cohesión y única explicación de actitudes libres que un animal nunca tomaría, califica a la raza humana, escapa a la razón para ser metafísico, y ha aglutinado, o "religado", al hombre desde el principio de los tiempos, de un modo u otro, para profesar la devoción de las personas por esa fuerza, incluso personificándola cuando aún el desarrollo de la abstracción no permitía su ubicación (que no su comprensión, misteriosa aún hoy, ya que somos incapaces de imaginar su origen o su auténtico papel en nuestra vida y tras nuestra muerte, aunque claramente está ahí, dibujando heroes y esculpiendo santos).

Si las dos premisas son ciertas, por fuerza han de ser compatibles y debe existir un camino para alumbrar la escondida razón que aclara la paradoja, que muestra como es sólo una apariencia de contradicción. Como toda paradoja.

El (mi) contexto del razonamiento es el de la confrontación de la convicción firme acerca de la bondad del ser humano, con la constatación de su debilidad y estupidez, que acaban traduciendose necesariamente en maldad (es en otras palabras, la misma formulación del que pregunta cómo puede Dios permitir las atrocidades que contemplamos a diario).
La doble premisa permite un doble acercamiento al problema, tal y como matemáticamente la eliminación de incógnitas soluciona la ecuación.

El hombre ha de ser capaz de ser libre, o no podría culminar el ciclo de perfección. El hombre debe amar para tolerar la vida. El hombre que no ama, esto es, el malvado, lo es por debilidad: en el sentido de los niños o los animales cuando comen, y son egoistas por que son débiles, y si confiaran en su propia capacidad para auto sustentarse, serían generosos; en el sentido de que se siente mayor disposición a la caridad en la abundancia que en la pobreza.

Al fin, la existencia de necesidades genera maldad, a la vez que muestra la esclavitud o dependencia de los bienes que se necesitan, integrándose la paradoja desde el punto de vista negativo.

Desde el positivo, es más sencillo: quien no necesita nada (o lo que es lo mismo, quien tiene sus necesidades cubiertas, lo que es más fácil cuanto menos sean estas) no se ve en la lucha por la consecución, y es féliz, y a la vez está, por ello mismo, y como veíamos más arriba, más dispuesto a darse a los demás a los que ve sufrir de necesidad, de modo que la libertad, como no dependencia de la necesidad, se traduce en amor.

Al fin, una perspectiva que auna el amor con la libertad, que necesariamente sugiere un gran esfuerzo en todo orden para su implementación, y por tanto una gran fortaleza para acometerla, y su desarrollo por causa de dicho esfuerzo, aniquila las visiones pacatas del amor de la otra mejilla, a la vez que alivia de la necesidad del lúcido de rebelarse contra la debilidad que acarrea, que sólo es un engaño de los débiles para asustar a los fuertes, como un pavo compensa su torpeza con su plumaje, hasta que se lo come un león.

Hace que los mejores se sientan orgullosos de serlo, de exhibirlo como ejemplo y como faro para atraer a los que les necesiten, en lugar de esconderse o pedir disculpas por tener lo que otros no, por no ser "mayoría".
Desmiente a los que dicen que Dios ha muerto, que son los que sabiendo que existe en los términos expuestos, se topan con la contradicción y no la saben explicar, haciendo a la vez de coartada para la exhibición de plumas de los débiles que quieren mandar, y que para ello necesitan de la ceguera de otros, y de la capitulación de los más dotados naturalmente para el mando, en nombre del ostracismo que espera al de fuera de la manada, aunque sea por estar por encima.

No es extraña la reivindicación de Nieztsche por los nacionalsocialistas, como descripción del super hombre, y a la vez por los gauchedivinistas, hijos edípicos de ricos, abuelos de los pesebristas de hoy y cancer, ellos y sus nietos, de los pobres, al privarles de las ventajas de la dirección de los mejores, y cegarles con la agria miel de la revancha contra los que se envidia.

Triste España, capaz de las máximas hazañas y de las peores bajezas, que premia a sus hijos mejores con el repudio, y castiga a los más desfavorecidos como hacían los dioses griegos, concediéndoles lo que en su locura, ceguera y estulticia, piden con ahinco, al grito de "Vivan las caenas"

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